Cuando el hombre comienza a escribir, surge la Historia. Antes la humanidad no contaba con un
registro de los acontecimientos y los saberes. Lo bueno y lo malo pasaba sin dejar huella por lo
que los seres humanos estaban condenados a repetir los errores sin remedio. El acto de escribir
es mucho más que aporrear teclados o rayar hojas. Se trata de poner tiempo y alma sobre el
texto para que otro lo lea. Así de simple y así de complejo al mismo tiempo.
Las tres cuartas partes de la humanidad entiende que Dios habla desde un texto. La gran
mayoría de los legisladores y juristas de todo el mundo toman esas palabras como base moral y
fuente de legalidad. Nadie paga derechos de autor por tanta verdad escrita.
Ejercer el periodismo mediante el texto es un desafío superior. Explicar qué hace un periodista
ya es difícil, no hay una fórmula exacta. No es una ciencia, apenas un oficio con reglas de
profesión. Todo queda registrado y ahí está la magia, queda la virtud, pero también permanece
el error. Hay que tener un espíritu especial para vivir cada día en esa tragedia. Para alcanzar la
elevación se debe trabajar muchísimo, pero el error espera agazapado en cualquier rincón de la
jornada.
Durante las décadas de 1970 y 1980 el periodista polaco Ryszard Kapuscinski se paseó por
todos los conflictos bélicos de su tiempo. Observó de primera mano lo peor y lo mejor del ser
humano. Aquellas vivencias le permitieron afirmar años después que para ser periodista hay que
ser, antes que nada, buena persona. No se puede vivir de otra manera. Las malas personas se
notan de lejos en este negocio. Por lo general, se van rápido del oficio y se ocupan de tareas más
rentables.
El periodismo, según García Márquez, es el oficio más lindo del mundo. Puede ser. Lo que es
seguro es que hay que disponer de mucha tolerancia. Entender que el periodista es en sí mismo
un medio que traslada información, nunca un generador de proyectos o sueños propios. No
estamos para convencer a nadie. Movemos información, nada más y nada menos. Tenemos
proyectos y sueños con forma de textos o fotos, nunca separados de las necesidades reales de la
gente.
Hace 40 años yo era uno más en la jardinera de la Escuela 11. Mi maestra era Martha Toledo y
mis preocupaciones eran muy otras. En Uruguay había vuelto la democracia con la presidencia
de Julio María Sanguinetti, en Lavalleja el intendente era Librán Bonino, vivía don Pedro
Zabalza, los presos políticos salían en libertad, Wilson Ferreira recién había sido liberado. En
casa se soñaba con la restitución laboral de mi padre y el retorno de mis abuelos maternos del
exilio.
Mientras tanto, en las oscuridades de un taller con mucho olor a tinta paría una de las mayores
experiencias del periodismo minuano y del interior: SERRANO. Desde allí hasta hoy pasaron
40 años con sus respectivas noches y días, con frío y calor, alegrías y tristezas. Siempre estuvo
SERRANO. Un Heraldo moderno, vestido de tinta y papel sobre el manillar de una bicicleta,
cargado de sueños y dolores del pueblo de Minas y las localidades del interior.
Siempre estuvo y estará el gran “Papusa”. Juan P. Caraballo, identidad dibujada a pulso con la
chispa que trae la genialidad. Lo conocí fumando Coronado y batiendo un Bracafé, sobre el
escritorio un proyecto de nota repleto de faltas de ortografía y errores de sintaxis. “Parece una
araña”, decía entre risas y seguía corrigiendo sin perder la alegría.
En todo momento me sorprendió su afabilidad al tratar a todas las personas. Por el diario
desfilaban personajes de todo tipo, desde los más encumbrados a los más humildes. Los atraía la
forma de vivir y entender el periodismo de “Papusa”. Todos se llevaban una sonrisa y muchos
nos quedábamos con un pedazo de historia de Minas o de un secreto del oficio. Además, dejaba
una especie de invitación a seguir la charla en otro momento y el reencuentro era permanente.
Su singular cultura e inteligencia se mezclaban con su habilidad para interpretar el mundo con
un dibujo rápido. Eso hizo diferente a Serrano como proyecto periodístico. Dibujantes hay
muchos, pero capaces de describir su mundo como “Papusa” muy pocos. Y ya se sabe, el que
pinta su aldea, pinta al mundo. Veía los vaivenes del mundo desde la esquina de Aníbal Del
Campo y Washington Beltrán, su casa. Su lectura era justa y equilibrada. Su secreto era hablar
con todo el mundo.
Raquel Jaso, esposa de “Papusa”, y madre de Mariana, Juan Pablo y Rosario, fue su socia ideal
en todos los aspectos de la vida. En el proyecto empresarial ambos dieron batalla de manera
permanente para desarrollar SERRANO. Maestra de profesión, cubrió todos los lugares que
existen en el diario. Desde la administración hasta el reparto. Esto es: volvía de la escuela, se
quitaba la túnica y a seguir trabajando.
Asumir la continuidad de esta empresa que nos planteó Rosario Caraballo Jaso se volvió un
desafío ineludible. La memoria de tantos amigos que pasaron por Serrano, entre ellos el profesor
Carlos Cáceres y el contador Douglas Elola, seres lúcidos capaces de entender el pasado y el
presente que les tocó vivir desde Minas. Con la inspiración de su ejemplo, estamos tratando de
desarrollar y multiplicar lo que recibimos para permanezca como la voz de los minuanos ante el
mundo.
Se vienen cambios tecnológicos de importancia. Por ejemplo, un sitio en internet, redes sociales,
consolidación de los espacios periodísticos de calidad, nuevas plumas, eventos especiales y una
serie de celebraciones para recordar estos 40 años con una perspectiva de futuro.
Prometemos disfrutar del oficio más lindo del mundo, como decía García Márquez, siendo las
buenas personas que exigía Kapuscinski con el recuerdo permanente de “Papusa” y Raquel.
Pablo Melgar
