Pablo Melgar
En los próximos días los países miembros del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura definirán su rumbo para los años que vienen. No es una votación cualquiera.
El IICA nació en 1942, en plena incertidumbre global, para afirmar una convicción simple y profunda: la cooperación agrícola en las Américas es garantía de paz, soberanía alimentaria y desarrollo.
Aquel espíritu fue una construcción continental. Costa Rica, Estados Unidos, Ecuador y toda la región pusieron su visión y su diplomacia al servicio de una causa superior: producir conocimiento, fortalecer la técnica agrícola y unir a las Américas en torno a su principal vocación histórica, alimentar al mundo.
Ocho décadas después, el desafío se repite. La geopolítica global vuelve a tensionar cadenas de suministro, seguridad alimentaria y comercio internacional. Resulta evidente que la región necesita liderazgo, experiencia y equilibrio.
El IICA encara una elección con tres candidatos de mérito. Uno proviene de los cuadros internos del organismo y dos llegan desde la política y la gestión pública. Es en ese espacio donde Uruguay presenta una opción que honra su tradición: Fernando Mattos.
Mattos no solo trae credenciales técnicas y experiencia de gobierno. También simboliza algo más profundo y valioso: la continuidad de las políticas de Estado uruguayas.
Fue ministro de un partido que hoy no gobierna y sin embargo cuenta con el respaldo explícito del país entero y de buena parte de América del Sur, más allá de banderas partidarias. Esa coherencia institucional es rara en el continente y, precisamente por eso, valiosa.
Uruguay es pequeño en territorio y población, casi una Dakota del Sur de este continente, sin embargo se codea con los líderes mundiales en exportación de carne, arroz y soja. Lo hace defendiendo con firmeza la apertura comercial, la sustentabilidad y la seguridad alimentaria. Lo hace sin estridencias y con resultados.
El Caribe ya tuvo su ciclo en la conducción del IICA y hoy cuenta con cargos relevantes en la OEA y el SELA. El equilibrio geográfico es sano y necesario en organismos multilaterales. También lo es reconocer cuando una candidatura reúne trayectoria, consenso político interno y respeto internacional.
Mattos encarna ese equilibrio. Representa una región que necesita ser escuchada y un país que ha demostrado que la política puede ser seria, coherente y al servicio del interés general. Cuando el mundo vuelve a mirar con preocupación el abastecimiento de alimentos, la tecnología agrícola y el rol del hemisferio occidental en el comercio global, elegir bien no es un formalismo: es una necesidad.
El IICA nació para unir. Hoy debe hacerlo otra vez. Y Uruguay, como dice su presidente Yamandú Orsi, está dispuesto a aportar sus mejores esfuerzos y sus mejores personas.
Fernando Mattos es una de ellas. El continente lo sabe. Ahora le toca decidir.
