El semanario Brecha publicó un informe extenso elaborado por Juan Geymonat, parte de la investigación en curso Las grandes empresas uruguayas en el largo plazo (1920-2024), financiada por la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República.
En sus páginas se revela un mapa poco visible pero decisivo: el de las 100 empresas privadas con mayor patrimonio en Uruguay.
Lavalleja:
El ranking publicado en Brecha revela además una presencia poco habitual en el mapa corporativo nacional: tres empresas radicadas en Lavalleja figuran entre las cien de mayor patrimonio del país. Cementos Artigas, en el puesto 43, destaca como uno de los pilares industriales del departamento, vinculado a la producción de clinker y cemento. Más abajo, en el lugar 56, aparece Cassarone Agroindustrial, un actor relevante en la cadena arrocera, con fuerte impacto en la economía local. Y en el puesto 77 se encuentra Salus, la histórica embotelladora cuyo manantial en Lavalleja ha sido durante décadas una de las marcas más reconocidas del país.
La presencia de estas tres firmas muestra que, aun en un ranking dominado por Montevideo, Canelones y las grandes zonas industriales, Lavalleja conserva núcleos empresariales de peso nacional.
Un centenar que, aunque representan menos del 0,1 % del universo empresarial, controlan activos equivalentes a dos tercios del producto interno bruto del país.
Estas compañías —una mezcla de industrias pesadas, bancos, cadenas de supermercados, farmacéuticas, operadores logísticos, desarrolladores inmobiliarios y firmas tecnológicas— generan en conjunto alrededor de diez millones de dólares por día. Son pocas, pero pesan como un país dentro del país.
Gigantes contundentes y sombras ligeras
El informe de Brecha muestra un podio industrial: Montes del Plata, Tenaris y Pepsi. Sin embargo, en los diez primeros lugares también aparecen actores peculiares: empresas “cáscara”, instaladas en zonas francas, con muy poco personal y sin operaciones productivas significativas dentro del territorio.
Sus números se inflan no por la actividad local, sino por maniobras de intermediación dentro de sus propios grupos multinacionales, atraídas por un impuesto a la renta que en Uruguay se reduce al 0,75 %. No fabrican, no exportan, no importan: contabilizan.
Conviven allí con pilares tangibles del aparato productivo: malterías, frigoríficos, cementeras, laboratorios, madereras. Y con los nodos que conectan a Uruguay con el mundo: el aeropuerto de Carrasco, el puerto de Montevideo, la operativa fluvial, los supermercados que moldean el consumo, incluso los centros tecnológicos que sostienen las telecomunicaciones.
Desde afuera
La radiografía del informe lo deja claro: las grandes empresas privadas del país son mayoritariamente extranjeras. Un 63 % está controlado por capitales foráneos. Brasileños, argentinos, mexicanos, europeos, estadounidenses, chinos. La extranjerización, una novedad de las últimas dos décadas, llegó de la mano de ventas, fusiones y desembarcos agresivos de inversión extranjera directa.
También influyen las políticas fiscales que Uruguay adoptó para atraer capitales de la región. El semanario menciona el caso de los nuevos residentes que cruzan el Río de la Plata, impulsados por beneficios tributarios y un clima de estabilidad económica. Entre ellos, empresarios que figuran en este mismo ranking: jugadores del comercio electrónico, del agro y de las finanzas.
Los apellidos
Pero no todo está en manos de multinacionales. Treinta de las cien empresas siguen siendo de capital completamente nacional. Muchas pertenecen a familias que llevan décadas —y en algunos casos generaciones enteras— al mando de sus negocios. Los Mailhos, Strauch, Otegui, Lestido, Fernández, Schneck y otros nombres clásicamente asociados al empresariado uruguayo continúan firmes en la estructura económica.
Estos grupos, aunque modestos en comparación con gigantes globales, mantienen redes diversificadas y presencia regional. Su resiliencia contrasta con la pérdida de peso relativo que han sufrido frente al avance del capital extranjero.
El trabajo de Geymonat —publicado en Brecha— aclara que este no es un ranking del “poder real” ni una lista de millonarios. Es una clasificación estricta basada en el patrimonio declarado en estados financieros uruguayos. Por eso quedan afuera empresas estatales como UTE o ANTEL; cooperativas como Conaprole; conglomerados que presentan balances separados; y filiales locales de gigantes tecnológicos que, pese a valer fortunas en el exterior, registran poco capital en el país.
Un mapa revelador
Aun con sus ausencias, la imagen que ofrece el informe es contundente: Uruguay funciona apoyado en un puñado de empresas que concentran recursos, capacidad de inversión, impacto exportador y control de sectores clave. Algunas producen, otras administran, otras apenas pasan números de una pantalla a otra. Todas, sin embargo, forman parte del andamiaje que sostiene —o condiciona— el rumbo económico del país.
