Por Pablo Melgar
Hsinchu, Taiwán. — “El progreso tecnológico de Taiwán no fue un accidente, fue una decisión colectiva.” Con esta frase, el Dr. Han Ying Wang abrió una conferencia magistral que transportó a los asistentes por la historia de la transformación de la isla, desde su base agrícola hasta su consolidación como potencia tecnológica mundial.
La charla se desarrolló en el auditorio del Instituto de Investigación en Tecnología Industrial (ITRI), ante un público compuesto por periodistas de nueve países, entre ellos Uruguay, con un periodista Serrano.
En un ambiente de atención absoluta —sin cámaras ni flashes—, el Dr. Wang narró con detalle los hitos que marcaron el desarrollo científico e industrial de Taiwán, destacando el papel crucial del conocimiento, la planificación estatal y la cooperación entre academia e industria.
Los orígenes de una visión
El conferencista recordó que, en la década de 1960, Taiwán era un país esencialmente agrícola, y que en 1973 su ingreso per cápita era de apenas 700 dólares estadounidenses.
Sin embargo, el gobierno decidió invertir en un futuro distinto: apostó por la investigación y la innovación. De esa visión nació el ITRI, resultado de la unión de tres laboratorios gubernamentales —de química, metalurgia y minería— que dieron forma a un centro nacional de investigación y desarrollo con una característica fundamental: su autonomía administrativa y operativa.
“El ITRI no fue creado como una oficina del gobierno, sino como una organización con libertad para innovar, contratar talento y administrar su propio rumbo”, explicó Wang. Esa independencia, agregó, fue la base del crecimiento industrial que seguiría.
De RCA al primer chip taiwanés
Uno de los momentos más reveladores de la exposición fue cuando el Dr. Wang relató cómo, a mediados de los años setenta, un grupo de ingenieros taiwaneses viajó a la empresa estadounidense RCA para capacitarse no solo en ingeniería, sino también en gestión de proyectos y desarrollo comercial. “No aprendimos únicamente a fabricar circuitos —dijo—; aprendimos a pensar tecnológicamente y a organizar el trabajo como una industria moderna.”
En 1976, esos ingenieros diseñaron el primer chip IC comercial de Taiwán y fabricaron el primer circuito integrado de 3 pulgadas en las instalaciones del ITRI, en el edificio número 15 del campus de Hsinchu.
“Era pequeño —recordó Wang—, pero para nosotros representó el inicio de todo.” Poco después, el equipo desarrolló un segundo chip de 4 pulgadas, lo que impulsó la fundación, en los años ochenta, de United Microelectronics Corporation (UMC), la primera empresa de semiconductores de Taiwán.
UMC surgió del grupo de ingenieros formados en RCA y se estableció en el Parque Científico de Hsinchu, marcando el nacimiento de la industria de los semiconductores taiwanesa.
“Sí, había competencia entre las compañías que nacían —admitió Wang—, pero era una competencia sana. Todos sabíamos que la meta era avanzar y crear nuevas oportunidades tecnológicas.”
En los años siguientes, el ITRI continuó ampliando sus capacidades con el desarrollo de circuitos de 6 pulgadas dentro del programa Integración a Escala, apoyado por el gobierno.
En 1984, el instituto incorporó al experto estadounidense Dr. Maurice South, quien impulsó la creación de un FAB avanzado con una estrategia dual: desarrollar tecnología de punta y orientar la producción hacia el mercado global.
Innovación que perdura
Más de cinco décadas después, la visión de aquellos pioneros sigue dando frutos. En 2025, el ITRI fue reconocido por Clarivate como una de las 100 organizaciones más innovadoras del mundo, por noveno año consecutivo. Este reconocimiento consolida al instituto como líder mundial en innovación, gracias a su sobresaliente desempeño en el ámbito de las patentes.
El ITRI es hoy la organización de investigación más premiada de Asia y ocupa el primer lugar en Taiwán y en toda la región Asia-Pacífico por su excelencia en innovación tecnológica. “Este logro no es casual —afirmó el Dr. Wang—, es el resultado de una cultura científica que se ha mantenido viva desde hace más de medio siglo.”
La conferencia concluyó con una reflexión que resumió el espíritu de toda una nación:
“El desarrollo no se copia. Se construye con visión, con educación y con la convicción de que el futuro pertenece a quienes se atreven a innovar.”
