Pablo Melgar
¿Para qué estudiar Historia? Las respuestas pueden ser infinitas. La más simple que encontré es algo así:
el ser humano necesita conocer el pasado de su especie para no repetir los errores de sus antecesores y
mantener los proyectos iniciados por otras generaciones que valen la pena.
Aquí estoy obviando el sentido político de la materia, pero es el más utilizado. El Estado invierte millones
y millones de dólares en formar a los niños, adolescentes y jóvenes en disciplinas humanísticas para que
en el futuro sean buenos ciudadanos.
Es la instrucción oficial para los hijos de la Patria. Ahí está el principio activo de los valores que nos
deberían reunir: democracia, libertad y un proyecto de nación en proceso. Pavada de desafío. Ahí radica la
importancia de controlar la Historia. Un gesto de hoy cambia el futuro desde el pasado.
Soy de los que leen Historia por gusto. Evalúo sus efectos en mi genotipo y mi fenotipo. Genotipo por lo
que soy, y fenotipo por lo que sucede en el ambiente en que me muevo con lo que traigo.
Nuestra Historiografía, colorada y unitaria, estraá siempre en duda por blancos y federales. Ese debate
contiene las dos grandes cosmovisiones que forjaron la Patria. Estamos en tiempos de coaliciones y nadie
se ocupa de señalar las diferencias, pero las hay.
Se puede observar estas dos columnas históricas en las coaliciones partidarias principales. También en
otras grandes fracturas: Montevideo e interior; producción y burocracia.
Por eso en estos días ocurrió lo impensado. Los colorados Ope Pasquet y Robert Silva pusieron de rodillas
al mayor referente de asuntos históricos de la izquierda uruguaya, Gerardo Caetano. Nadie se lo esperaba.
Dos colorados destronaron al presunto mayor intelectual del siglo XXI.
Hasta se podría decir que fue un choque entre colorados y batllistas.
El tan referido y aplaudido doctor cometió un fallo inexplicable. Aseguró ante cámaras de la Presidencia
de la República: “No olvidemos que Fructuoso Rivera, el fundador del Partido Colorado, el 25 de agosto
de 1825, estaba, digamos, del otro lado: estaba adhiriéndose a las fuerzas de Lecor”.
Un disparate expresado por un sabio de su nivel. Raro el error. Se olvidó del “Abrazo del Monzón”, ni
más, ni menos.
Caetano es un batllista a muerte. Probablemente, ha leído El Día en todas sus ediciones, sabe todos los
milagros y las obras de “Don Pepe”. Desde allí traslada a la izquierda su visión del batllismo y ficciona un
mundo en que el Frente Amplio es la sucesión del pensamiento y la acción batllista.
Por tanto, el doctor Caetano no puede desconocer que Batlle y Ordóñez se referenció fuertemente en
Rivera. Lo amaba. Batlle siempre lo defendió y las líneas conservadoras del coloradismo, en la lucha
interna, se van a diferenciar marcando su sector con el mote de “riverismo”. Cosa de chapas.
Al decir que Rivera no está con Lavalleja en el año 1825, le está endilgando una visión a todo el
movimiento revolucionario. ¿Pretende decir que la Independencia nacional es una mera alianza con los
argentinos contra los brasileños? Esa posición está descartada y ya no es una especulación.
Toda esa confusión esconde un odio profundo a la otra pata de la nación oriental: los blancos y todo lo
que sucede más allá del arroyo Pando. En una de esas el problema es que el doctor no entiende y dos
colorados, que no son especialistas en Historia, le doblaron el brazo. Se le cae la teoría.
Rodeado por las poderosas espadas en X de Pasquet y Silva, el doctor Caetano no tuvo más remedio que
reconocer su error. Admitió y adujo que fue un problema de “oralidad”. Con mucha valentía, el equipo de
Comunicación de Presidencia editó el mensaje y solucionó su problema.
Herido en su fuero íntimo, Caetano salió a aclarar que no se había retractado. “Yo no me retracté: lo que
hice fue reconocer un error en una exposición oral, que vivimos cometiendo. Hablé en esa grabación
durante 45 minutos. Me editaron, eso siempre pasa y me dejaron toda esa parte”, apuntó entrevistado en el
programa Palabras cruzadas (Radio Sarandí).
“Sacando ese pedacito, que es controversial, pero no es un error garrafal, ¿qué pecado he cometido? La
historia es otra cosa”, expresó.
De inmediato, creó un escenario con enemigos. “Hay un grupo, ubicado en las derechas y en los partidos
que formaron parte de la coalición multicolor, que me odia”. Según Caetano, “es un grupo”. “Pero es
evidente porque, ante cada intervención, sea sobre el tema que sea, viene una catarata. Yo pienso que me
odian, por supuesto, no cabe duda”, enfatizó.
Tal vez ese “odio” sea una mezcla de sus errores y nuevos jugadores en el disputado terreno de la
narración histórica en la propia izquierda. En los últimos años Caetano viene cayendo en desgracia.
Analiza la realidad desde los medios amigos y se ha concentrado en el mundo académico. Pasó de ser una
figura omnipresente en todos los medios a quedarse con alguna columna de vez en cuando.
Le apareció una competencia desde los medios y le tocó perder. El historiador Gabriel Quirici salió a
conquistar un lugar desde la radio. Se alió con el Grupo Magnolio y desde allí recita su visión de la
Historia con un marcado tufillo ideológico. Ahora es el director de Educación del MEC.
Desde ese elevado sitial, Quirici propuso cambiar el escudo nacional. Quiere agregarle “un tamboril, un
mate o la conexión con la costa”. No ha recibido muchas críticas, apenas el artista Óscar Larrocca salió a
responderle. No se sabe si es que ya fue aceptado o no le importó a nadie.
El que sí se quejó fue el cardenal Daniel Sturla. Emocionado con los homenajes con Inteligencia Artificial
por los 200 años de la Independencia, revisó el video que publicó Presidencia. Encontró que el sacerdote
Juan Francisco Larrobla aparecía de traje urbano, le habían quitado la sotana.
“¿Por qué? ¿La laicidad implica olvidar la historia?”, cuestionó el cardenal en las redes sociales oficiales
del arzobispado en Montevideo. Rato después lo llamó Quirici, el director de Educación, el del mate y el
tamboril en el escudo. Dijo que se les “pasó” lo de la sotana cuando armaron el video.
Caetano y Quirici están compitiendo, habrá novedades en la Historia.
