Pablo Melgar
Hay mucha gente que no tiene sindicato, ni amigos en el poder, ni tarjeta de crédito con mucho crédito. Muchos de ellos no heredaron nada, algunos estudiaron y otros aprendieron a los golpes. Carecen de apoyos del exterior y hacen su propio mercado. Tampoco tienen vacaciones, seguro de paro o beneficios fiscales. Están en la base misma del sistema económico pero al final del día son unos pequeños peces que tarde o temprano los devoran los grandes tiburones.
Son los pequeños comerciantes y pequeños productores, chacareros o bolicheros. También son profesionales jóvenes o pequeños industriales. Los une algo muy importante: son independientes. Gente libre que no le lleva cuentas al Estado, al decir de Joaquín Suárez. Por el contrario, financian al sistema.
Alguien debería reconocer su esfuerzo, recompensar su arduo trabajo cotidiano, sus corridas para estar al día con los tributos nacionales o departamentales.
Como dicen los veteranos: ustedes eran muchos chicos, pero hubo un tiempo en que los alrededores de Minas eran una chacra tras otra. Parte de la comida que consumía el pueblo la producían los propios vecinos. Después vinieron los camiones que iban al mercado y luego aparecieron los chacareros viviendo en los pueblos y ya no hubo chacras. Más tarde vendrían las grandes superficies y ya no se vieron camiones, chacareros y quedan pocos boliches.
En Uruguay tenemos muchos pícaros que le han encontrado la vuelta para vivir sin trabajar o trabajando poco. Es hora de reconocer la capacidad de quienes aceptan tomar riesgos y así poder pagar lo que corresponde. ¿Alguna vez le tocó juntar los pesitos para pagar impuestos? ¿Sabe cómo lo trata el sistema impositivo si no se puede cumplir a tiempo? Es necesario darle cierta dignidad al contribuyente o al menos no tratarlo como a un delincuente.
Me puse a buscar en las ofertas electorales de las pasadas elecciones, tanto en lo nacional como en lo departamental, y no encontré quién le hable a los pequeños que no dependen del Estado. ¿Quién habla por ellos? Parece que nadie.
Son cientos de miles y tienen una energía arrolladora. Han logrado ganarle a la visión negativa hacia los emprendedores que tenemos los uruguayos, armaron su presupuesto y se jugaron. Son valientes pero no hacen ruido, son inteligentes y trabajan mucho.
Los grandes empresarios tienen el apoyo del dinero, ese aliado que permite alcanzar un buen asesoramiento profesional. Además, ya se sabe que en materia de negocios “plata con plata se hace”. Del otro lado, en la otra punta, los más vulnerables por lo general tienen la cobertura del Estado, cosa que está muy bien, ya que deben ser socorridos ante su tragedia.
El problema está en la ancha franja del medio. La que paga los impuestos porque así corresponde y debido a que no puede eludirlos. Es la que menos le cuesta al Estado porque lucha con fuerza para enviar a sus hijos a la educación privada, tiene cobertura de salud en las mutualistas y gasta dentro del país y el departamento.
Hay algo moral en defender a los que se esfuerzan, es ponerle una pizca de justicia a los buenos de la película. Es una forma de reconocimiento simple pero efectiva. Se trata de aportar una mirada amorosa entre tanta violencia. Si por casualidad se cruza con un emprendedor, dele un abrazo. No hay muchos, agradézcale y cómprele algo de su negocio. Nos va a rendir a todos.
